Meditación
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para
que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18)
Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas tienen consistencia en él. Pablo dice: «Él es antes de todas las cosas», no «Él fue antes de todas las cosas». El tiempo presente se emplea frecuentemente en la Biblia para describir la atemporalidad de la Deidad. El Señor Jesús, por ejemplo, dijo: «Antes que Abraham llegase a ser, Yo Soy» (Jn. 8:58, cf. RVR77 margen).
No sólo existía el Señor Jesús antes que hubiese creación alguna, sino que todas las cosas tienen consistencia en él. Esto significa que Él es el Sustentador del universo y la fuente de su perpetuo movimiento. Él controla las estrellas, el sol y la luna. Incluso cuando Él estaba en la tierra, Él era quien controlaba las leyes mediante las que funciona nuestro universo de una manera ordenada.
El dominio del Señor Jesús no sólo cubre el universo natural, sino que se extiende también al ámbito espiritual. Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Todos los creyentes en el Señor Jesús, durante esta dispensación, son constituidos en lo que se conoce como el cuerpo de Cristo, o la iglesia. Así como un cuerpo humano es un vehículo mediante el que la persona se expresa, así el Cuerpo de Cristo es aquel vehículo que Él tiene en la tierra mediante el que ha escogido expresarse al mundo. Y él es la cabeza de este cuerpo. La cabeza habla de guía, dictado, control. Él ocupa el puesto de preeminencia en la iglesia.
Él es el principio. Comprendemos por esto que se significa el principio de la nueva creación (véase Ap. 3:14), la fuente de la vida espiritual. Esto se explica adicionalmente por el uso de la expresión el primogénito de entre los muertos. Aquí de nuevo debemos tener la cautela de destacar que esto no significa que el Señor Jesús fuese el primero en resucitar de entre los muertos. Hubo casos de resurrección en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pero el Señor Jesús fue el primero en resucitar de entre los muertos para nunca jamás morir. Él fue el primero en levantarse con un cuerpo glorificado, y resucitó como Cabeza de una nueva creación. Su resurrección es singular, y es la prenda de que todos los que confían en Él también resucitarán. Esto le proclama como supremo en la creación espiritual.
Alfred Mace lo expresó bien:
Cristo no puede ser segundo ante nadie. Él es «el primogénito de toda creación», porque Él lo ha creado todo (Col. 1:15, 16). Él es asimismo el primogénito de entre los muertos en relación con una familia redimida y celestial. Así, la creación y la redención le dan a Él los honores de la supremacía por ser Él quien es y por lo que Él ha hecho: «Para que en todo tenga la preeminencia». Él es primero en todo.
El Señor Jesús tiene así una doble preeminencia —primero en creación, y luego en la iglesia—. Dios ha decretado que en todo tenga Él la preeminencia. ¡Qué respuesta es ésta para aquellos que en los tiempos de Pablo (y en los nuestros) querrían robarle Su deidad y hacer de Él sólo un ser creado, por exaltado que sea!
Al leer que en todo tenga la preeminencia, es sólo apropiado que cada uno de nosotros se pregunte: «¿Tiene él la preeminencia en mi vida?».
(W.Macdonald)