Meditación
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.” (Colosenses 3.12)
Pablo les dice a los creyentes que deben demostrar «plena humildad en su trato con todo el mundo» (Tito 3.2, NVI). La palabra traducida por humildad, probablemente tendría una mejor traducción como consideración (como en BLA), siempre tiene un sentido en el Nuevo Testamento de preocupación genuina por los demás.
Las Escrituras claramente describen a Jesús como Aquel que supremamente se caracteriza por la humildad o consideración hacia todos, el mismo rasgo que debe identificar sus seguidores. En primer lugar, la traducción griega de Zacarías 9.9 lo retrata de esta manera: «justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (vea también Mateo 11.29; 21.5).
En todas nuestras relaciones con los no creyentes deberíamos mostrar este tipo de actitud, como el apóstol Pedro escribió: «santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 Pedro 3.15).
Por lo tanto, es comprensible que la consideración es uno de los aspectos del fruto del Espíritu (traducido como «mansedumbre» en Gálatas 5.23).
Sincera y sentida «mansedumbre [consideración, humildad, gentileza] hacia todos los hombres» es fundamental para nuestro andar cristiano en una sociedad pagana.
Nuestro deber al relacionarnos con una cultura cada vez más secular e impía no es presionar por determinados derechos, la implementación de un sistema cristiano o la reforma del gobierno. Más bien, Dios quiere que nosotros continuamente recordemos las instrucciones de Pablo a Tito y las vivamos al tratar de demostrar el poder y la gracia de Dios que puede regenerar a los pecadores.