*Meditación**Salmo 3*¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!Muchos son los que se levantan contra mí. 2 Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios. 3 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. 4 Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo. 5 Yo me acosté y dormí,Y desperté, porque Jehová me sustentaba. 6 No temeré a diez millares de gente, Que pusieren sitio contra mí. 7 Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste. 8 La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición. Los antecedentes históricos de este Salmo se encuentran en el capítulo quince del Libro Segundo de Samuel. El amado hijo de David, Absalom, roba los corazones de los israelitas, y luego se rebela contra su padre. Es una experiencia de lo más humillante y angustiosa descubrir que la propia carne de uno, a la que uno ha cuidado y abrigado, se convierte en el peor enemigo. Podríamos hacer una aplicación de esta historia, diciendo que lo que Absalom vino a ser para David, el yo, o la mente carnal, vendrá a serlo para nosotros más tarde o más temprano, si, como él, caemos en tentación y pecado. La carne guerrea contra el Espíritu. Este Salmo puede ser leído provechosamente con el capítulo siete de Romanos. El salmista sufre aquí las agonías y los goces de un alma que pasa de la muerte a la vida; o del poder del enemigo a la libertad y alegría de la salvación de Dios. Observemos algunas cosas:I. Su enemigo. Era numeroso. «¡Cuánto se han multiplicado mis enemigos!» (v. 1). Y ellos se gloriaban contra él. Decían: «No hay para él salvación en Dios» (v. 2). En triste apuro se encuentra ciertamente aquella alma excluida de la «ayuda de Dios». Pero los hombres cegados por el pecado son incapaces de formarse un juicio adecuado de un caso como este. Este mismo escarnio lo arrojaron contra nuestro Señor cuando Él colgaba de la Cruz. «Ha puesto su confianza en Dios; líbrele ahora si le quiere». Lo que parece fracaso y derrota a los ojos de los enemigos, puede ser solo el método de Dios para llevarnos a una mayor experiencia de las riquezas de su gracia.II. Su fe. «Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza» (v. 3). Mientras los incrédulos están diciendo: «No hay para él salvación en Dios», el creyente se está gozando en la consciencia de que Dios está a su alrededor como escudo protector, y de que él está ahora en Dios. Estando en Dios, Dios viene a ser su gloria y aquel que levanta su cabeza. Mi Escudo, mi Gloria, mi Levantador. Se mantiene firme, como Moisés, como viendo al Invisible. El corazón que en Él confía será socorrido (Sal. 28:7).III. Su testimonio. «Clamé a Jehová, y Él me respondió desde su monte santo. Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sostenía» (vv. 4, 5). Selah. Ésta es una palabra confortadora. Él oró, y el Señor le oyó, y lo liberó de todos sus temores y ansiedades, y pudo echarse y dormir apaciblemente, porque el Señor le sostuvo. La oración de fe salvará a los atemorizados lo mismo que a los enfermos. El apóstol Santiago dice: «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración» (5:13). Será guardado en completa paz aquel cuyo pensamien