Meditación
”Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (Hebreos 3.1)
Fundamentándose en todo lo que antes se dijo en esta epístola a los cristianos hebreos, se introduce el nuevo período con un adverbio que equivale a por tanto, es decir, como consecuencia de, o de donde, se deduce lo que sigue. Esta misma palabra apareció antes (2:17) y aparecerá otras cuatro veces en la Epístola. Con ella reclama la atención a quienes llama hermanos. Ya usó ese calificativo antes (2:12, 17), si bien aquí es la primera vez que hace un llamamiento directo a los lectores. Son hermanos en razón de la vinculación común, tanto del escritor como de los lectores, con Cristo, que los hace hermanos en Él, como corresponde a hijos del mismo Padre (He. 2:11).
Este sustantivo es el nombre característico de los cristianos, como aparece en otros lugares del Nuevo Testamento (cf. Fil. 1:14). Este calificativo de designación aparece unas treinta veces en Hechos y unas ciento cincuenta en los escritos del apóstol Pablo. Son hermanos en el Señor por la comunidad de fe en Él. Además de hermanos les llama también santos. El término equivale a separados, que en el caso de los creyentes, se trata de una separación del mundo, para Dios. Antes pertenecían al mundo, como sistema propio de la vida en el pecado, ahora, por el nuevo nacimiento, puestos en Cristo (Col. 1:13), ya no pertenecen al mundo, sino a Dios que los ha santificado en Cristo (Jn. 17:14, 16; 1 Co. 1:30). Podría considerarse los dos términos hermanos santos, como un solo calificativo para designar a los lectores, pero más bien debe entenderse como dos. Son santos porque separados del mundo, son dedicados para Dios, por Aquel que los santifica (He. 2:11).
Estos dos términos juntos, hermanos y santos, definen al verdadero creyente. No se puede ser, hermano, sin ser, santo, y tampoco se puede ser santo, sin ser verdaderamente hermano. Estos hermanos santos, pueden en Cristo Jesús acercarse a Dios, porque potencial y posicionalmente son santos en el Hijo. Es verdad que pueden tener muchos defectos, incluso caídas, mal testimonio, y cuanto pueda ser contrario a la condición de santidad, pero, a pesar de todo ello, son declarados santos en el Santo, que es el Hijo, por lo que Dios los reconoce como santos y puede, en razón de la identificación con Cristo, estar en plena relación y comunión con Él. A estos, hermanos santos, se les invita a acercarse con confianza al trono de la gracia, entrando a la presencia de Dios por el camino abierto por Cristo mismo (He. 10:19–22).
“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4.14-16)