Meditación.
«Muy grande es su campamento». (Joel 2:11)
Consideremos el poder del Señor, que es nuestra gloria y nuestra defensa, cuyo eterno poder y deidad son manifiestos a través de su creación, pues tanto los cielos como la tierra cuentan de la gloria del Señor. El Señor también es varón de guerra, el es Rey de Reyes y Señor de Señores, y su nombre es el Verbo de Dios, se llama también Fiel y Verdadero, y con justica pelea y hace la guerra. Sus ojos son una llama de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas.
Todas las fuerzas del Cielo están a sus órdenes. Legiones aguardan ante su puerta: querubines, serafines, vigilantes y santos, principados y potestades, todos están atentos a su voluntad. Si nuestros ojos no estuvieran ciegos por la oftalmía de la carne, veríamos caballos y carros de fuego rodeando al pueblo del Señor.
Las fuerzas de la Naturaleza están todas sujetas al absoluto dominio del Creador. El viento tormentoso y la tempestad, el relámpago y la lluvia, la nieve y el granizo, el suave rocío y la alegre luz del sol, vienen y van a su mandato. Él desata las ligaduras del Orión y ata las dulces influencias de las Pléyades. La tierra, el mar, el aire y los lugares bajos de la tierra son los cuarteles de los grandes ejércitos del Señor.
El llano es su campo de batalla, la luz su bandera y la llama, su espada. Cuando Él sale a la guerra, el hambre destruye la tierra, la peste hiere a las naciones, el ciclón revoluciona el mar, el tornado sacude las montañas y el terremoto hace temblar la tierra. En cuanto a los seres vivientes, todos ellos reconocen su dominio; y desde aquel gran pez que tragó al profeta hasta la «toda suerte de moscas» que invadieron el campo de Zoán, todos le sirven.
Tanto el gorgojo como la oruga y la langosta forman parte de su gran ejército, pues su campamento es muy numeroso. Confiemos, estamos bajo su bandera, pues la guerra contra Él es una necedad; en cambio, servirle es glorioso. Jesús, Emanuel, Dios con nosotros, está pronto a recibir reclutas para el ejército del Señor. Como soldados de la cruz, estemos de buen ánimo, confiados, porque el enemigo es impotente ante el Señor, cuyo campamento es muy grande.
¿Si Dios es por nosotros, quién contra nosotros?
“El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la fortaleza[a] de mi vida;
¿de quién tendré temor?
…….
Aunque un ejército acampe contra mí,
no temerá mi corazón;
aunque en mi contra se levante guerra,
a pesar de ello, estaré confiado.
Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré:
que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor”
(Salmo 27:1,2,4)