”Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6)

Meditación

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6)

[Jesús le dijo: […] camino, y la verdad, y la vida]. Esta maravillosa afirmación es un notable ejemplo de cómo un comentario necio podía ser motivo de que nuestro Señor pronunciara alguna verdad de gran importancia. La parábola del hijo pródigo se la debemos a un comentario malintencionado de los fariseos (cf. Lucas 15); uno de los textos más grandiosos de la Escritura se lo debemos a la queja de Tomás. Es una de esas profundas aseveraciones que jamás podemos exponer en su totalidad.

  Cuando nuestro Señor dice que es “el camino”, quiere decir: “Solo se puede llegar a la casa de mi Padre en el Cielo a través de mi mediación y expiación. La fe en Mí es la llave para acceder al Cielo. El que cree en Mí se encuentra en el camino correcto”. Cristo es “el camino”: el camino al Cielo y a la paz con Dios. No solo es el guía, el maestro y el legislador, como lo fue Moisés; Él mismo es la puerta, la escalera y el camino a través de los cuales podemos acercarnos a Dios. Él abrió el camino al árbol de la vida, cerrado por la caída de Adán y Eva, satisfaciendo nuestra deuda en la Cruz. Por medio de su sangre podemos acercarnos a Dios confiadamente (cf. Efesios 3:12).

Cuando nuestro Señor dice que es “la verdad”, quiere decir: “Conocerme es la raíz de todo conocimiento. Yo soy el Mesías verdadero hacia el que apunta toda la Revelación, la verdad de la que todos los sacrificios y las ceremonias del Antiguo Testamento no eran más que sombras y tipos. El que me conoce verdaderamente sabe lo suficiente para llegar al Cielo, a pesar de que desconozca muchas cosas y se preocupe por su propia ignorancia”.

  Cuando nuestro Señor dice que es “la vida”, quiere decir: “Yo soy la raíz y la fuente de toda vida religiosa, el redentor de la muerte y el dador de vida eterna. Por muy débil que se sienta, todo aquel que me conoce y cree en Mí tiene una vida espiritual en el presente y una vida gloriosa en la casa de mi Padre en el porvenir”.

  [Nadie viene al Padre, sino por mí]. Aquí, nuestro Señor enseña que no solo es el camino a la casa de nuestro Padre en el Cielo, sino que no existe ningún otro y que, si los hombres desean ir al Cielo, no les queda más alternativa que hacerlo por medio de la fe en su muerte y expiación vicarias. El Cielo se limita clara e inequívocamente a los que creen en Cristo. Nadie más entrará en él. Si rechazan a Cristo lo pierden todo.       

  Todo depende de esto. Entre el pecador y el Cielo no hay más obstáculo que la incredulidad.

  Un hombre puede ser pobre e inculto, pero si tiene fe en Cristo se salvará. Otro hombre puede ser rico y culto, pero se perderá si no confía en la expiación de Cristo. Jamás olvidemos las palabras de nuestro Señor: “Nadie viene al Padre sino por mí”. Dios es Padre solamente de aquellos que creen en Cristo. En resumen, no hay muchos caminos al Cielo: solo hay uno y este camino es Cristo.

 

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