Meditación
”Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22.37–40)
Amar a tu prójimo como a ti mismo consiste en la misma virtud que ama al Señor con todo tu ser, no hay diferencia en la sinceridad, el compromiso o la dedicación. Es por elección intencional y activa, no solo sentimental y emocional. Y se mide, Jesús dijo, por el amor de «ti mismo».
Si tenemos hambre, comemos. Cuando tenemos sed, bebemos agua. Cuando estamos enfermos, tomamos medicamentos o vamos a un médico por ayuda. Todo esto porque nos preocupamos por el cuidado de nosotros mismos. Nosotros no solo pensamos o hablamos acerca de lo que necesitamos, si tenemos el poder para satisfacer nuestras necesidades, las satisfacemos. Un cristiano mira a los demás con el mismo nivel de atención y esfuerzo.
Este doble mandato resume el requisito básico del judaísmo y del cristianismo: amar a Dios y amar al prójimo. Jesús dijo que todo lo que Dios requiere de los creyentes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se basa en estos mandamientos.
Cuando una persona viene a Cristo, tiene que contar el costo de convertirse en un cristiano. Tiene que saber que hay un compromiso de obediencia a la ley de Dios, y amar a Dios y a su pueblo. Así que el mandamiento de amar debe quedar claro desde el principio porque es parte del pacto de obediencia que tomamos cuando nos convertimos en cristianos: “Obedecer el señorío de Jesucristo, y esto significa amar a los hermanos”. Dios obrará para que nuestra obediencia no sea una carga y nuestro amor no sea forzado o superficial.
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (Col.3.17)
“que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos”(1Tes.3.12)