“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1.14)

Meditación

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1.14)

Tras mencionar el reino del Hijo del amor de Dios, Pablo abre ahora uno de los más magnos pasajes de toda la Palabra de Dios acerca de la Persona y obra del Señor Jesús. Nos es difícil saber si ha terminado su oración o si la está prosiguiendo en estos versículos que estamos para comenzar a estudiar. Pero no es muy importante saber esto, porque incluso si los versículos que siguen no son pura oración, desde luego son pura adoración.

Sturz ha observado que «en este asombroso pasaje que exalta a Jesucristo más que cualquier otro, Su nombre no aparece ni una vez en ninguna forma». Aunque esto es notable en un sentido, sin embargo no tiene que producir asombro. Este pasaje nos recuerda la pregunta de María al que ella pensaba era un hortelano: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré» (Jn. 20:15). No lo nombró. Sólo había una Persona en la mente de María.

Cristo es primero presentado como Aquel en quien tenemos redención…, el perdón de pecados. Redención describe el acto mediante el que somos comprados en el mercado de esclavos del pecado. El Señor Jesús, por así decirlo, puso un precio a nuestra cabeza. ¿Qué valor nos dio? Vino a decir: «Los valoro tanto que estoy dispuesto a derramar mi sangre para adquirirlos». Por cuanto hemos sido adquiridos a tan gran precio, deberíamos tener claro que ya no nos pertenecemos más a nosotros mismos; hemos sido comprados por precio. Por ello, no deberíamos vivir nuestra vida como mejor nos parezca. Borden de Yale observó que si tomamos nuestras vidas y hacemos con ellas lo que nos parezca, estamos tomando algo que no nos pertenece, ¡y que por lo tanto somos unos ladrones!

No sólo nos ha redimido; nos ha dado el perdón de pecados. Esto significa que Dios ha cancelado la deuda que habíamos contraído por nuestros pecados. El Señor Jesucristo pagó la pena en la cruz; no tiene que volver a ser pagada. La cuenta está cancelada y cerrada, y Dios no sólo ha perdonado, sino que ha quitado nuestros pecados, echándolos tan lejos de Sí y de nosotros como el este está lejos del oeste (Sal. 103:12).

En Cristo se hace real y posible la redención. Escribiendo a los corintios el apóstol dice: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30). Con toda precisión afirma en otro escrito: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Ro. 3:24). La redención no es una posibilidad y mucho menos una probabilidad, sino una posesión: tenemos redención. Esta bendición no es solo por Cristo, sino en Cristo, esto es mediante la unión vital con Él. El sacrificio cruento de Jesús operó la redención (Ro. 3:25; 5:9; Ef. 1:7). Ésta no fue efectuada por medio de cosas corruptibles, sino mediante la sangre preciosa de Cristo (1 P- 1:18–19).

No es suficiente con saber que Jesús hizo una obra redentora, es preciso incorporarse a Él por la fe para recibir el beneficio de la redención. Por la fe el creyente redimido está en capacidad de disfrutar de todos los bienes de la salvación, actualmente y por toda la eternidad. La redención implica un amplio campo de libertad espiritual. Por ella queda anulada la maldición a causa de nuestra condición pecadora (Gá. 3:13). Además, como se ha considerado antes, se produce la liberación de la esclavitud del pecado (Jn. 8:34; Ro. 7:14; 1 Co. 7:33), unida al disfrute de la verdadera libertad (Jn. 8:36; Gá. 5:1).

(W.Macdonald, S.Perez Millos)

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