*Meditación**“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”* (Mateo 5:8) La limpieza de corazón es uno de los fines principales que debemos perseguir. Importa mucho que seamos purificados interiormente por el Espíritu Santo y por medio de la Palabra, y en verdad lo seremos exteriormente por una mayor consagración y obediencia. Pues “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar su Palabra” (Salmo 119:9). Existe una relación íntima entre el corazón y la inteligencia. Si amamos el mal, jamás podremos comprender el bien. Si el corazón está manchado, el ojo estará oscurecido. ¡Cuan singular es el privilegio de ver a Dios en la tierra! Una sola mirada sobre Él constituye para nosotros un verdadero paraíso. En Cristo Jesús contemplan al Padre los limpios de corazón. En Él vemos a Dios, la verdad, su amor, su santidad, sus designios, su soberanía, su justicia, su misericordia, su celo. Empero estas cosas solamente se perciben cuando se impide la entrada del pecado al corazón. Solo quienes aspiran a la santidad pueden exclamar: “Mis ojos están siempre hacia el Señor”. El deseo de Moisés: “te ruego que me muestres tu gloria”, solamente puede tener cumplimento en nosotros cuando estemos limpios. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1Jn.3.2-3). El gozo de la presente comunión con el Señor y la esperanza de nuestro pronto encuentro son poderosas razones para que andemos en pureza de corazón, en novedad de vida. Oremos a nuestro Dios: *”Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.”* (Salmos 51.10)“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:23-24)